El genio con paladar de seda

Abrazadas a la tierra caliza de los campos de Borja, resisten las cepas añosas los paseos furiosos del cierzo. El viento marca el carácter de las viñas ante este fenómeno que se escucha y se siente, a veces con fuerza de huracán, pero no se ve. En el imperio de la Garnacha, cada uva contiene ese pundonor de resistir a los fuertes contrastes de temperatura y la sed de los suelos.

Los clérigos extendieron las vides hace siglos por las faldas del Moncayo, donde se cultivan a distintas altitudes. Todo el nervio y frescura concentrado en los racimos con el paso de las madrugadas, se manifiesta en los vinos intensos y afrutados.


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