Lagar da Condesa

No es raro que Julio Cortázar dejara escrito su deseo de volver a las Rías Baixas a "arborizar". Esta tierra de lírica galaica, de peregrinos, piedras ancestrales y aguas termales abriga el campo de viejas cepas de albariño que produce nuestro blanco más refinado.

Nuestra uva autóctona brota de suelos arenosos y graníticos, pero porosas con las frecuentes lluvias. Las viñas miran al cielo por el sudoeste, en plegaria al sol que madura los racimos. Con el rumor cercano del río Umia y su cascada, se recolecta a mano la uva justo cuando concentra todo su carácter varietal.

En una bodega de piedra, al estilo de los pazos gallegos, se elaboran nuestros vinos, sedosos y de redonda complejidad para degustar con o sin mantel, su persistencia de aromas y una untuosidad que los distinguen de otros blancos. La sensación de plenitud frutal perdura como una melodía pegadiza.


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